No pasar

Los ruidos comenzaron un viernes a la noche. Yo lo relacione en seguida a los nuevos vecinos de arriba, del sexto, ese jueves a la tardecita los encontré intentando subir un sillón de dos cuerpos por el ascensor, una locura, clara señal de que iban a ser un problema.

Eran como pequeños golpeteos en el techo, como si cada media hora algo se les cayera y rebotara en el piso unas cuantas veces. No era realmente insoportable, pero sí bastante molesto, especialmente cuando sucedía a la madrugada. 

Para ser sincero yo al principio nunca oí un solo ruido, era Jorge, mi compañero de departamento, el que se quejaba constantemente y eso a la vez me molestaba a mí.

Yo rara vez estaba en el edificio, mi trabajo me demandaba demasiado tiempo fuera de casa y por las noches llegaba tan cansado que si había algún ruido la verdad que nunca me enteré. 

Voy a tener que corregirme, el que realmente era insoportable era Jorge

El poco tiempo que compartía con él lo ocupaba quejándose de los ruidos. Que a veces parecía una pelota, que otras parecía que se ponían a bailar de a saltitos, pero que siempre era un golpeteo en el techo, aunque me confesó que estaba tan sobrepasado por el asunto que un día pensó que aquel ruido salía de la mochila del inodoro, y otras veces de adentro de la heladera.

Ahora que lo pienso bien si escuché una vez un sonido similar por aquel entonces, era como si alguien dejara caer la tapa de una olla Essen y la dejara rebotar y girar y girar en el piso hasta que se detenga, sin intentar detenerla. Esa vez tuvo que haberlo escuchado todo el barrio. Lo malo es que justo esa vez Jorge no estaba.

Le pregunte por qué no iba a hablar con ellos y preguntarles. Me respondió que no quería quedar como un quisquilloso o que no le gustaba hacer esas cosas. Siempre alguna excusa bien neurótica para evitar el enfrentamiento. Yo tenía la sospecha de que a Jorge le agradaba tener algo de lo que quejarse.

Todo eso paso antes del incendio. La planta entera del sexto se prendió fuego debido a un problema eléctrico. Afortunadamente nadie salió herido, ese es el último piso y todos pudieron evacuar y esperar que lleguen los bomberos. Días después, como era de esperarse, todos los inquilinos de los departamentos del sexto se fueron, algunos a las casas de amigos o familiares hasta que sus casas estén en condiciones, pero otros simplemente por miedo, ya que no podían volver a pensar que el edificio era seguro. 

Nada de todo esto sería un problema para Jorge y para mí sino fuese porque los golpes no cesaron a pesar de que ya no había nadie en el sexto piso. Y no solo no cesaron, sino que ahora podíamos escucharlos ambos, a todas horas y desde todas las paredes del departamento. Yo opte por preguntarles a los vecinos del mismo piso si escuchaban lo mismo, porque no podía ser que los vecinos de ambos lados estén haciendo el mismo ruido que provenía del techo. Sin embargo ninguno de ellos había oído nada raro.

Estábamos desconcertados, pero empezamos realmente a asustarnos cuando aquellos sonidos empezar a oírse en paredes internas de la casa, en aquellas que separaban habitaciones o dividían el living de la cocina. De ahí en más no me pareció tan descabellado que Jorge lo haya escuchado salir alguna vez de la heladera o el bajomesada. Puedo jurar que una vez lo oí en el piso, como si algo cayera hacia el techo del vecino de abajo y rebotara unas cuantas veces antes de detenerse, en contra de la gravedad. 

Todo eso sucedió antes de que Jorge se fuera, cansado y enloquecido por aquel terrible golpeteo. Luego de aquello cosas extrañas comenzaron a suceder en el edifico, escuche que había sucedido algo con el encargado y que tuvo que interceder la policía, pero todo el mundo empezó a comportarse de manera peculiar. Excepto el sujeto del moño rojo que vivía abajo, él siempre se portó muy bien con nosotros. 

Poco después todos abandonaron el edificio y la municipalidad lo clausuró. Yo sigo viniendo por las noches, haciendo caso omiso del inmenso cartel que dice “No Pasar”. Aún sigue escuchándose aquel golpeteo contra las paredes, y no voy a dejar de ir a ese maldito lugar hasta que encuentre que es.

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